EL bueno de Núñez Feijóo afirma orgulloso que él va «siempre por el centro», frente a los «extremistas» que le demandan enseñanza en gallego o enseñanza en castellano. ¿Y qué hace el bueno de Núñez Feijóo para ir por el centro, en medio de extremistas tan enconados? ¿Ofrecer enseñanza bilingüe? Eso lo haría, tal vez, si fuese un centrista equidistante; pero el bueno de Núñez Feijóo se ha propuesto ser un centrista por elevación, que queda mucho más superferolítico. Y, en vez de contentarse con agradar a tirios y troyanos, añade el inglés a la oferta lingüística, en un gesto que me recuerda las pródigas ofertas dominicales de los periódicos, que a poco que te descuidas te regalan cachivaches suficientes para instalar un bazar. Sólo que las ofertas dominicales de los periódicos las sufragan sus propietarios; mientras que la magnificencia o prodigalidad centrista del bueno de Núñez Feijóo la sufragarán los contribuyentes.
Garantizar una enseñanza bilingüe en aquellas regiones de España que cuenten con dos lenguas oficiales (con dos lenguas propias) no me parece cuestión de centrismo, sino de puro sentido común. Y aquí el bueno de Núñez Feijóo, en lugar de colocarse la escarapela centrista, podría haber tildado de cerriles a sus detractores; pues, en efecto, pretender excluir de la escuela gallega cualquiera de las dos lenguas habladas en Galicia, antes que extremismo ideológico, es angostura mental. Pero el bueno de Núñez Feijóo no se ha conformado con garantizar una enseñanza bilingüe, pues al acomplejado no le basta con hacer gala de sentido común. El acomplejado necesita hacerse perdonar del modo más peregrino y estupefaciente su adscripción ideológica, sacándose de la chistera algún embeleco que la camufle. Al bueno de Núñez Feijóo sus votantes le reclamaron que acabara con el proceso de inmersión lingüística urdido por socialistas y nacionalistas; y el bueno de Núñez Feijóo, en lugar de actuar en consecuencia, garantizando -como exige el sentido común- una enseñanza bilingüe, se sacó por complejito de la chistera el embeleco del inglés. El mecanismo psicológico que empuja a un gobernante acomplejado a conceder a una lengua foránea el mismo trato que a una lengua oficial es fácilmente imaginable: el bueno de Núñez Feijóo debió de pensar que si incorporaba el castellano en las escuelas gallegas los progres lo tacharían de facha irredento; así que decidió tirar por elevación, incorporando también el inglés, a modo de penacho o floripondio cosmopolita, tal vez después de escuchar la megafonía del aeropuerto de Vigo o Santiago, donde los vuelos se anuncian en gallego, castellano e inglés. El bueno de Núñez Feijóo, en fin, calculó que el único modo de hacerse perdonar la enseñanza del castellano era camuflándola en el mismo lote que la del inglés, como el contrabandista camufla la mercancía que pretende colar entre las mercancías que tienen vía libre en la aduana.
Pero le ha salido el tiro por la culata. Pues nada hay más patético que tratar de contentar a quienes nunca se darán por contentos; o que sólo se darán por contentos cuando vean caer a quien patéticamente los trata de contentar. Entretanto, la introducción de una enseñanza trilingüe en Galicia exigirá inversiones muy onerosas que, inevitablemente, se abastecerán con los impuestos de los contribuyentes. Y, lo que aún resulta más penoso, al tratar por igual lo que por naturaleza es desigual (una lengua foránea, por grande que sea su difusión y relieve, no puede encumbrarse a la misma categoría que una lengua materna), el bueno de Núnez Feijóo demuestra que su sentido de la justicia está claramente perjudicado por su complejito. Esto ya lo han olfateado quienes le montan manifestaciones, que son los mismos a quienes trata patéticamente de contentar; y no dejarán de montárselas hasta que lo vean caer.
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